miércoles, 8 de junio de 2011

PRODUCTO 11

BREVE NARRACIÓN SOBRE ALGÚN ELEMENTO PRESENTE EN LA INFORMACIÓN.
       
    Las narraciones que se hicieron en plenaria en el curso tuvieron que ver más con elementos fantásticos  y de aparecidos que con elementos históricos, pero considero que fueron un ensayo para después narrar hechos históricos ante los niños  y despertar el mismo interés que por los cuentos y las leyendas; porque a medida que narramos estamos aprendiendo a hacerlo cada vez mejor.
       
     Mi narración tiene que ver con algo que le ocurrió a dos de mis primas: Adela y Patricia.
          
    Patricia contaba con 18 años de edad, estudiaba el octavo semestre de la Normal Básica en el C.E.S.E.R. Rafael Ramírez aquí en Carrizal, vivía en los cuartos que rentaba Doña Columba, señora muy conocida porque tenía cuartería en renta, enfrente de la escuela “Felipe Carrillo Puerto” (que prestaba sus instalaciones al C.E.S.E.R. Rafael Ramírez) atravesando el parque Hidalgo.
      
    Su hermana Adela de aproximadamente 16 años, vino desde Tantoyuca (del norte de nuestro estado) a acompañarla, ya que había tenido una de sus crisis de asma bronquial debido a sus alergias y en esa ocasión se había puesto muy mal.
     
     Cuenta Adela que  era muy entrada la noche y Patricia se encontraba dormida debido a que la medicina que tomaba para sus alergias le causaba somnolencia; cuando de repente, escuchó en el pasillo que comunicaba a todos los cuartos, unos pasos firmes que se acercaban, se quedó muy quieta, escuchando hacia donde se dirigían esos pasos, cuando de repente… se escuchó que se detenían en la puerta del cuarto donde ellas se encontraban, por la cercanía de los pasos, se escuchó que entraron, obviamente con la puerta cerrada, pasaron hojeando los libros que tenía Patricia en un librerito muy cerca de la entrada y siguieron los pasos hacia la derecha hasta llegar a la cama donde se encontraba Adela, se detuvo ante la cama y sintió que alguien se sentaba a sus pies, ahí estuvo sentado breves instantes que a ella le parecieron siglos y de la misma manera en que había llegado, se retiró, pasó hojeando los libros del librerito, caminó hacia la puerta, salió al pasillo, siguió caminando hasta que se perdieron los pasos en la quietud de la noche.
       
    Adela sólo esperó que amaneciera, le contó a Patricia (quien por supuesto ya sabía de lo que se escuchaba por las noches en esos cuartos), preparó su maleta y se regresó a Tantoyuca. Cuando nos platicó su experiencia, le contamos que en la pared que daba al terreno de los vecinos, todas las noches se escuchaba que trabajaba,  lo que por el sonido pensábamos que era una lavadora. Después supimos que la vecina no tenía lavadora y que nadie trabajaba en las noches en ese patio.
      
    Cuando mi mamá vino a mi graduación, un año y meses antes de lo que le ocurrió a Adela, traía a uno de mis sobrinos de dos años y no se quedó al baile, la acompañé al cuarto para que se acomodara con el niño y ahí la dejé. En los demás cuartos no había nadie, toda la muchachada estaba en el baile. A la mañana siguiente me dijo mi mamá: ”En toda la noche no dejaron de pasar las personas por aquí”. En ese momento no le contesté nada, ya cuando estábamos en Tantoyuca le dije que los pasos que escuchó no eran de las muchachas porque todas amanecieron en el baile, que aquí siempre se escuchaban pasos que nunca terminaban de llegar y nunca terminaban de irse.

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